¿Sientes La Necesidad de Pedir Perdón a Dios Constantemente?
El perdón de Dios es completo e incondicional por la obra de Jesús en la cruz, no requiere de confesión constante para mantener la comunión. El concepto de "perdón judicial" versus "perdón de los padres" es una distinción humana no bíblica que genera inseguridad. En Cristo, el creyente es simple y verdaderamente perdonado (Hechos 13:38-39, 1 Juan 2:12).
PERDÓN
Pastor Juan Carlos Pérez Corrales
10/12/20255 min read
¿Sientes La Necesidad de Pedir Perdón a Dios Constantemente?
La pregunta que plantea, sobre si es necesario pedirle perdón a Dios cada vez que cometemos un error, toca el núcleo de la seguridad que tenemos en la salvación. A menudo se escucha la distinción entre el "perdón judicial" y el "perdón de los padres".
La enseñanza popular argumenta que el perdón judicial se refiere al acto único y completo de Dios de perdonar todos nuestros pecados (pasados, presentes y futuros) en el momento en que aceptamos a Jesús, gracias al castigo que Él llevó en la cruz. Este perdón nos quita la condenación eterna.
Por otro lado, se postula el perdón de los padres o perdón relacional. Se sugiere que, si bien hemos sido perdonados judicialmente, al pecar quedamos fuera de comunión con Dios, y que esta comunión solo se restaura a través de la confesión activa de cada pecado, recibiendo así el "perdón de los padres".
La Trampa de la Confesión Incompleta
Si adoptamos esta doctrina del "perdón de los padres" dependiente de la confesión, inevitablemente caeremos en una sensación de inseguridad perpetua. Siempre sentiremos que nos falta ese perdón relacional, simplemente porque es humanamente imposible confesar cada pecado, ya sea en pensamiento, palabra u obra. La Biblia misma nos recuerda:
“¿Quién puede discernir sus propios errores? Líbrame de los que me son ocultos.” (Salmo 19:12, LBLA)
Al vivir bajo esta exigencia, la plena seguridad de nuestro perdón en Cristo se desvanece. En lugar de vivir por la fe en la obra terminada de Jesús, nuestra mente y corazón se enfocan constantemente en nuestra insuficiencia, manteniéndonos conscientes del pecado y dudando del perdón. Esto se convierte en una puerta abierta para que tanto nuestra propia conciencia como el adversario exploten esta inseguridad y nos mantengan atados.
La Clara Declaración de las Escrituras sobre el Perdón
Entonces, ¿estamos perdonados o no? ¡La Biblia es enfática! Respecto a algo tan vital como el perdón de los pecados, la Palabra de Dios no es ambigua, sino que lo aborda con una gran claridad.
El apóstol Pablo, en su predicación, nos ofrece una declaración ineludible y sin rodeos. En Hechos 13:38-39, él proclama:
“Sabed, pues, hermanos, que por medio de él se os anuncia el perdón de los pecados. Y que de todo aquello de que no pudisteis ser justificados por la ley de Moisés, en él es justificado todo aquel que cree.”
El mensaje de Pablo es directo: el perdón de los pecados es anunciado por medio de Jesús y la justificación es total para todo el que cree. Él no añade ninguna letra pequeña; predica un perdón sin disculpas, sin calificaciones y sin ninguna distinción o subdivisión entre "perdón judicial" y "perdón de los padres".
El Perdón es Perdón; no hay subdivisión. O eres perdonado o no lo eres, y cuánto disfrutes de tu perdón no depende de la calidad o cantidad de tu confesión, sino de lo que crees acerca de nuestro Señor Jesús y la obra terminada que Él realizó en la cruz.
Advertencia contra los Escépticos
Las Escrituras son inequívocas con respecto a nuestro perdón completo y permanente en Cristo. No obstante, siempre habrá quienes se sienten obligados a "corregir" el mensaje de la Gracia. Son aquellos que querrían susurrarle al apóstol Pablo: "Ten cuidado, Pablo, no puedes predicar el perdón de esta manera, debes calificar lo que dices. No se sabe quién te está escuchando y cómo vivirá si le dices que es totalmente perdonado".
A estos críticos del evangelio del Señor Jesucristo y del poder transformador de Su perdón, Pablo amorosa, pero firmemente, les dirige una severa advertencia en los versículos siguientes, citando a los profetas:
“Mirad, oh menospreciadores, y asombraos, y pereced; Porque yo hago una obra en vuestros días, Obra que no creeréis, si alguien os la cuenta.” (Hechos 13:40-41)
Los profetas ya habían anticipado que surgirían despreciadores de la gracia, aquellos que escucharían el mensaje y, al considerarlo "demasiado bueno para ser verdad", lo rechazarían. Pablo advierte y recuerda a sus oyentes que no se cuenten entre los que desprecian el mensaje.
La Parábola del Hijo Pródigo: La Imagen del Perdón de Nuestro Padre
Si el concepto de "perdón de los padres" aún genera confusión, permítanos, como dice el pastor Juan Carlos, dirigirnos a una de las parábolas más queridas de Jesús: la del hijo pródigo (Lucas 15:11-32). Esta historia no es solo sobre un hijo que se extravía, sino que es la perfecta ilustración del corazón de nuestro Padre celestial.
Recordemos la escena: el hijo había insultado a su padre al exigir su herencia en vida y luego la había despilfarrado en una vida desenfrenada. Al llegar a su punto más bajo, decidió volver a casa, dispuesto a ser solo un siervo.
Cuando el padre lo vio a lo lejos, ¿qué hizo? ¿Le gritó: "Hijo mío, primero confiesa todos tus pecados de despilfarro y lujuria, y luego serás bienvenido de nuevo"? ¡Absolutamente no! La respuesta de Jesús nos revela la naturaleza de Su propio Padre celestial:
“Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó.” (Lucas 15:20)
Observe la secuencia: el padre corrió hacia su hijo antes de que el hijo pronunciara una sola palabra de confesión. El abrazo y los besos del padre fueron lo primero. El hijo, que probablemente olía a establo de cerdos, fue recibido con una efusión de amor incondicional. No hay registro de que el hijo haya hecho una sola confesión de pecado antes del abrazo del padre.
El hijo pródigo finalmente dice: "Padre, he pecado contra el cielo y ante tus ojos" (Lucas 15:21), pero esto ocurre después de que el padre corrió, lo abrazó y lo besó. Esto nos demuestra que la confesión del hijo no fue el requisito o la causa que produjo la bienvenida y el amor del padre.
Entonces, responda honestamente: ¿es esto perdón parental o judicial? La parábola de Jesús nos muestra de manera luminosa cómo es el perdón real, bíblico y parental. Esta es la verdad que el Padre quiere que comprendamos sobre Su perdón. Con Dios, no existe un perdón judicial opuesto al perdón de los padres. Eres simple y verdaderamente perdonado a través de la obra de Su Hijo.
Confirmación de la Palabra
Para dar plena seguridad de tu perdón, el Señor nos recuerda otro versículo crucial, que enfatiza la perspectiva del Padre:
“Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os son perdonados por Su nombre.” (1 Juan 2:12)
La frase "hijitos" (teknia en griego) denota ese aspecto "paternal" o relacional del perdón de Dios. ¿Y qué quiere Dios el Padre que entendamos sobre el "perdón de los padres"? Que nuestros pecados son perdonados a causa del nombre de Jesús.
La palabra griega original para "son perdonados" está en el tiempo perfecto, lo cual es de enorme significado. Significa que este perdón es una acción definida, completada en el pasado (en la cruz), con un efecto que perdura y continúa en el presente.
La Palabra de Dios lo establece con claridad: has sido perdonado y sigues siendo perdonado de manera continua. ¡Amén!
Conclusión
El perdón de Dios no es una llave que tienes que girar una y otra vez con cada error. Es un estado de gracia permanente otorgado por la obra de Jesús. Por lo tanto, en tus momentos más oscuros, e incluso cuando has fallado, puedes decir con la plena confianza que da la fe:
“Yo soy la justicia de Dios en Cristo. Tengo perdón de pecados, y Dios me ama y está por mí. ¡Todo está bien con mi alma!” (Ver 2 Corintios 5:21).
Tu relación con Dios no se rompe y se repara constantemente; Él te ve a través de la justicia perfecta de Su Hijo. ¿Sigues en la fe en esta maravillosa verdad?


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