Más Allá de la Ley

Descubre por qué la justifica de Jesús anula la condenación de los Diez Mandamientos y trae una vida santa.

JUSTICIA

Pastor Juan Carlos Pérez Corrales

10/12/20255 min read

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El Glorioso Ministerio de la Justicia: Más Allá de la Ley

A menudo surge la inquietud: "Pastor Juan Carlos, ¿por qué su enseñanza no se centra en los Diez Mandamientos? ¿No son las leyes de Dios el fundamento indispensable para alcanzar la santidad en la vida del creyente?"

Existe una creencia muy difundida y, sin embargo, equivocada, que postula que la predicación de los Diez Mandamientos es el medio para producir la verdadera santidad y una conducta piadosa en la vida de las personas. Para comprender la perspectiva del Nuevo Pacto sobre este asunto, es crucial examinar cómo el apóstol Pablo, bajo la inspiración del Espíritu Santo, describe la función y el efecto de los Diez Mandamientos.

En 2 Corintios 3:7–9, Pablo establece un contraste fundamental entre los dos pactos, el de la Ley y el de la Gracia:

"Pero si el ministerio de la muerte, escrito y grabado en piedras, fue glorioso... ¿Cómo no será más glorioso el ministerio del Espíritu? Porque si el ministerio de condenación tuvo gloria, el ministerio de justicia excede mucho más en gloria".

Es innegable que Pablo se refiere aquí a los Diez Mandamientos, ya que solo estos fueron los que fueron "escritos y grabados en piedras" por el propio dedo de Dios en el Monte Sinaí. Sin minimizar la fuente o la belleza de la Ley, el apóstol la califica con términos muy claros: el "ministerio de la muerte" y el "ministerio de condenación". Esta designación no es para deshonrar la Ley, sino para describir su efecto ineludible en el hombre caído.

La Perfección de la Ley y la Imperfección del Hombre

Es absolutamente vital comprender que el problema nunca ha residido en los Diez Mandamientos. La Ley de Dios es santa, justa y buena; es perfecta y refleja el carácter inmaculado de Dios (Romanos 7:12). El verdadero conflicto radica en la incapacidad intrínseca y total del ser humano imperfecto para cumplir y sostener la norma perfecta e inflexible de esa Ley.

De hecho, la Ley es tan elevada e intransigente en sus santos requisitos, demandando una obediencia absoluta e ininterrumpida, que las Escrituras concluyen de manera contundente. El apóstol Pablo, en su carta a los gálatas, lo resume así:

"Y que por la ley ninguno se justifica para con Dios, es evidente, porque: El justo por la fe vivirá" (Gálatas 3:11).

Bajo los términos originales del pacto mosaico, la bendición estaba condicionada a la obediencia total. Sin embargo, cualquier transgresión, por mínima que fuera, resultaba en la maldición y la sentencia de muerte, dejando a la persona bajo un perpetuo estado de condenación (Gálatas 3:10).

El Contraste del Nuevo Pacto

Pablo, por el contrario, nos presenta la realidad del Nuevo Pacto de Gracia como el "ministerio del Espíritu" y el "ministerio de justicia" (2 Corintios 3:8-9). Aquí vemos la clara y deliberada distinción hecha por Dios mismo en Su Palabra:

  1. Los Diez Mandamientos (La Ley): Ministran muerte y condenación. Revelan el pecado, pero no dan el poder para vencerlo.

  2. El Evangelio de la Gracia: Ministra el Espíritu de libertad y el don inmerecido de la justicia de Dios (Romanos 3:21-22). Nos capacita para vivir en novedad de vida.

El libro de Hebreos ilumina con esplendor por qué el antiguo sistema tenía que ser reemplazado:

"El antiguo sistema bajo la ley de Moisés era solo una sombra, un tenue anticipo de las cosas buenas por venir, no las cosas buenas en sí. Los sacrificios bajo ese sistema se repetían una y otra vez, año tras año, pero nunca podían proporcionar una limpieza perfecta para los que venían a adorar. Si hubieran podido proporcionar una limpieza perfecta, los sacrificios se habrían detenido, porque los adoradores habrían sido purificados una vez para siempre, y sus sentimientos de culpa habrían desaparecido. Pero en cambio, esos sacrificios en realidad les recordaron sus pecados año tras año. Porque no es posible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados." (Hebreos 10:1–4 NTV).

La Ley, en su función, solo podía señalar el pecado y condenar al infractor, pero no podía limpiar la conciencia de culpa (Hebreos 9:9).

La Solución Perfecta en Cristo Jesús

Aquello que no pudo ser alcanzado ni perfeccionado por la sangre de toros y machos cabríos fue cumplido de manera PERFECTA y DEFINITIVA a través del derramamiento de la preciosa sangre de Jesucristo.

En la persona y obra de Cristo, hemos sido purificados una vez para siempre (Hebreos 10:10). La maldición de la Ley, la culpa, la condenación y el castigo eterno por absolutamente todos nuestros pecados fueron cargados, juzgados y cumplidos totalmente en la cruz. Por lo tanto, en Cristo Jesús, ya no estamos bajo el ministerio de la condenación, sino bajo la plenitud del glorioso ministerio de la justicia.

El libro de Hebreos continúa explicando este cambio de pacto fundamental:

"Él cancela el primer pacto para poner en práctica el segundo. Porque la voluntad de Dios era que fuéramos santificados por el sacrificio del cuerpo de Jesucristo, una vez para siempre" (Hebreos 10:9-10 NTV).

Cuando el creyente recibe la revelación profunda de que ha sido justificado por la fe (Romanos 5:1), no por sus propios esfuerzos o por su capacidad para guardar la Ley, sino por creer en la obra consumada de Jesús en la cruz, experimenta una liberación transformadora.

Esta fe nos libera del ministerio de la condenación y de todo lo que este conlleva: culpa persistente, inseguridad, temor al castigo, ansiedades y toda clase de temores debilitantes.

Saber y creer con certeza que Dios ya no te condena, gracias a Jesús, abre el camino para que te acerques confiadamente y con libertad ante tu Padre celestial (Hebreos 4:16). Puedes llevarle a Él cada debilidad, cada fracaso y cada preocupación de tu corazón y, lo más importante, recibir Su gracia (Su ayuda inmerecida y su poder) para superar esas debilidades.

No vivirás en el constante temor de que tus errores provoquen el castigo divino o la negación de Sus bendiciones y Su protección, porque tienes la inquebrantable certeza de que Jesús llevó el castigo que te estaba destinado sobre Sí mismo en la cruz.

Esta profunda y asombrosa revelación de Su gracia no es un permiso para pecar; por el contrario, es la única base firme que nos impulsa a una relación íntima y amorosa con el Señor, y es precisamente esta relación, nutrida por la gracia y la seguridad de Su amor incondicional, la que se convierte en la verdadera fuente y motor de una vida auténticamente santa y consagrada.