La Seguridad de la Salvación a la Luz de Hebreos 6:4-6
Hebreos 6:4-6 no se refiere a que los creyentes genuinos pierdan la salvación, sino a profesantes del cristianismo (como Judas Iscariote) que tuvieron contacto y conocimiento de Jesús, pero nunca lo aceptaron como Señor y Salvador personal.
SALVACIÓN
Pastor Juan Carlos Pérez Corrales
9/20/20254 min read
La Seguridad de la Salvación a la Luz de Hebreos 6:4-6
El pasaje de Hebreos 6:4-6 plantea una de las preguntas más debatidas en la teología cristiana: ¿Un creyente que ha experimentado la gracia de Dios puede perder su salvación?
Porque es imposible que los que una vez fueron iluminados, y gustaron el don celestial, y se hicieron partícipes del Espíritu Santo, y gustaron la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero, si se apartan, los renueven para arrepentimiento, ya que crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios, y lo puso en una vergüenza abierta. —Hebreos 6:4–6
A primera vista, este texto bíblico puede interpretarse como una advertencia severa para los cristianos genuinos, sugiriendo que una persona que una vez creyó en Jesús y fue salva aún puede caer y perder su salvación. Sin embargo, una comprensión más profunda del contexto bíblico y la enseñanza de la gracia inmutable revela otra perspectiva. ¿Realmente enseña este pasaje la pérdida de la salvación para el verdadero creyente?
La Perspectiva Correcta sobre Hebreos 6
La respuesta a esta pregunta, es que este pasaje no se refiere a la pérdida de la salvación por parte del cristiano verdadero. Más bien, se centra en aquellos que han tenido una experiencia cercana y superficial con la fe, un conocimiento intelectual y una participación externa, pero nunca han entregado genuinamente su vida a Jesús como Salvador personal.
Creemos que es completamente posible que una persona obtenga un vasto conocimiento de la Biblia y de la persona del Señor Jesús, participando en la vida de la iglesia y sus bendiciones, y aun así, en el fondo de su corazón, lo rechace y no lo valore como su Salvador personal. El pastor Juan Carlos a menudo señala a Judas Iscariote como un ejemplo clave de este tipo de individuo.
Judas experimentó de manera externa un gran favor, la protección divina, y fue testigo del poder del Señor. Escapó de las contaminaciones del mundo por su asociación cercana con nuestro Señor Jesús, acompañándole física y espiritualmente día y noche. Fue testigo e incluso participó de los milagros de Jesús —desde la alimentación de los cinco mil hasta la resurrección de Lázaro (véase Juan 11:43-44). Además, fue testigo de las sanidades de los ciegos, cojos y poseídos por demonios (véase Mateo 4:24). No solo presenció, sino que también fue empoderado para realizar milagros él mismo cuando Jesús envió a los doce (ver Mateo 10:1-4).
Y, sin embargo, a pesar de toda esta proximidad, el impacto milagroso y el conocimiento profundo, la Escritura revela un hecho crucial: Judas Iscariote nunca reconoció a Jesús como su Señor y Salvador personal. Su corazón no fue transformado por la gracia. Jesús mismo se refirió a él como "diablo" (Juan 6:70-71), indicando que, a pesar de su posición, no era un verdadero discípulo de fe.
El "Apartarse" de Hebreos 6
Así, Judas sirve como un ejemplo paradigmático de la persona descrita en Hebreos 6:4-6:
"Una vez fueron iluminados": Sabía intelectualmente quién era Jesús y Su poder.
"Gustaron el don celestial": Experimentó las bendiciones y el favor de estar en la presencia de Jesús.
"Se hicieron partícipes del Espíritu Santo": Incluso realizó milagros por el poder del Espíritu Santo sobre él.
"Gustaron la buena palabra de Dios" y "los poderes del siglo venidero": Se deleitó en la enseñanza de Jesús y fue testigo del poder del Reino de Dios manifestado.
Pero este "gustar" y "participar" no culminó en una fe salvadora, sino en un rechazo rotundo de Jesús. El apóstol Pablo nos recuerda que la verdadera fe es una obra interna, no solo externa: "Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación" (Romanos 10:10). El final de Judas Iscariote fue triste e innoble, tal como describen las Escrituras: "Y a este hombre se le dio un campo con el precio de su iniquidad; y cayendo de cabeza, reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron" (Hechos 1:18, véase también Hechos 1:16–20). Un final trágico para alguien que disfrutó de tanta cercanía a Cristo, pero que ejerció su libre albedrío para rechazar a El Salvador.
Por lo tanto, Hebreos 6:4-6 se refiere a los profesantes del cristianismo que, al igual que Judas Iscariote, nunca fueron creyentes genuinos de Jesucristo. El pasaje describe la imposibilidad de llevar al arrepentimiento a aquellos que, habiendo tenido amplia evidencia y proximidad a Jesús, lo rechazan definitiva y públicamente ("crucifican de nuevo para sí mismos al Hijo de Dios").
El pastor Juan Carlos enfatiza la importancia de que este pasaje nunca se use para amenazar y atemorizar a los verdaderos creyentes. La seguridad del creyente se basa en la obra consumada de Cristo y no en el desempeño humano. Como nos asegura Jesús: "Y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano" (Juan 10:28). La Biblia es clara: aquellos que han puesto su fe en Cristo están sellados con el Espíritu Santo hasta el día de la redención: "en quien también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa" (Efesios 1:13).
La gracia de Dios nos da una seguridad inquebrantable, y es fundamental que los verdaderos creyentes vivan en la paz y la libertad que provienen de saber que su salvación está segura en Cristo.


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