La Paradoja de la Gracia

Este artículo aborda la preocupación de que el perdón total y la justicia gratuita en Cristo (Justificación) puedan ser una licencia para pecar. El texto resuelve esta "Paradoja de la Gracia" explicando que la justificación es un acto instantáneo y permanente, que nos declara perfectos posicionalmente ante Dios (Hebreos 10:14). Por otro lado, la Santificación es el crecimiento continuo y práctico en nuestra conducta.

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La Paradoja de la Gracia: Justificación Instantánea y Santificación Progresiva

El texto blog plantea una preocupación fundamental en la vida cristiana: Si un creyente, sabiendo que ha sido declarado justo en Cristo y que sus pecados están completamente perdonados por la obra consumada de Jesús, se aprovechará de esta gracia para vivir una vida sin restricciones morales, o impía.

Esta inquietud resuena en el corazón de muchos, quienes temen que la enseñanza del perdón total y la justicia gratuita no motive la santificación o el deseo de honrar a Dios con una vida santa. Sin embargo, el pastor Juan Carlos nos recuerda una verdad crucial: la revelación de la gracia, lejos de ser una licencia para pecar, es el verdadero motor de una vida de santidad.

Reconciliando el Perdón con la Santidad

Debemos diferenciar claramente entre la justificación y la santificación.

La Justificación es un acto de Dios, instantáneo y completo, por el cual el creyente es declarado justo a Sus ojos. Es un estatus permanente, basado únicamente en la sangre de Jesús. El apóstol Pablo lo afirma rotundamente: "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo" (Romanos 5:1). En ese momento de la conversión, el creyente fue perfeccionado para siempre en cuanto a su posición delante de Dios. Como indica el libro de Hebreos, no hay necesidad de más sacrificios, pues Cristo hizo una obra completa: "Porque con una sola ofrenda ha hecho perfectos para siempre a los santificados" (Hebreos 10:14). Esta cita que ya estaba en tu texto es clave y nos muestra la realidad de nuestra perfección posicional. Además, la Biblia también afirma la realidad inicial de nuestra santificación, diciendo que "En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre" (Hebreos 10:10).

La Santificación: Un Crecimiento Continuo en la Gracia

Aunque fuimos justificados y santificados posicionalmente de forma instantánea, la santificación en su expresión práctica es un proceso continuo. No podemos ser más justos—pues la justicia de Cristo es perfecta—pero sí podemos ser más santificados en nuestra experiencia diaria, en nuestra conducta y en nuestros pensamientos.

El crecimiento en la gracia (la santificación) es la respuesta natural a la justificación. Este proceso, alimentado por la gracia, implica una maduración progresiva en todas las áreas de la vida del creyente. Es un continuo despojarse del viejo hombre y revestirse del nuevo, tal como lo expresa el apóstol: "En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, y renovaos en el espíritu de vuestra mente, y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad" (Efesios 4:22-24).

El pastor Juan Carlos subraya que la revelación del perdón es el catalizador de esta transformación. No es la amenaza del castigo, sino el asombro ante el amor y la misericordia inmerecida de Dios lo que inspira la obediencia.

Un hermoso testimonio personal ilustra esta verdad: Un hermano que, al intentar "ser un buen cristiano" bajo un espíritu legalista, avanzaba apenas; pero al abrazar la gracia, su relación con Dios se convirtió en una carrera apasionada. "¡Cuanto más aprendo sobre la asombrosa gracia de Dios, más deseo desesperadamente glorificarlo con mi vida!" Esta es la evidencia irrefutable de que la gracia es la gasolina de la vida correcta, no su freno.

La Gracia como Combustible de la Santidad

No podemos subestimar la importancia de las Escrituras en este proceso, pues "Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia" (2 Timoteo 3:16). Es a través de esta Palabra que entendemos el estándar de Dios, pero es la gracia la que nos da el poder para alcanzarlo.

La santificación, descrita por Merriam-Webster como "el estado de crecimiento en la gracia divina como resultado del compromiso cristiano después de la conversión", es intrínsecamente un crecimiento en la gracia. Por ello, se nos exhorta:

  1. A ser "fuerte en la gracia que es en Cristo Jesús" (2 Timoteo 2:1).

  2. A "Creced en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 Pedro 3:18).

El pastor Juan Carlos ha visto en su ministerio que cuanto más se enfoca en revelar a Jesús en el evangelio de la gracia, más testimonios recibe de personas que encuentran libertad del poder del pecado. Al ser inundados por el amor y la paz de Cristo, el encanto y los placeres pasajeros del pecado se desvanecen a la luz de Su gloria y gracia. La verdadera santidad no se logra por el esfuerzo humano de cumplir reglas, sino por la acción transformadora del Espíritu Santo en respuesta a la gracia revelada.

El crecimiento en gracia implica que el creyente se permite ser lavado "por el agua de la palabra de la gracia de Dios", lo que lleva a la santificación práctica. Es el Espíritu Santo quien, en este proceso, corrige los hábitos y pensamientos que antes esclavizaban. Amados, "la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente" (Tito 2:11-12). Esta enseñanza es la prueba final de que la gracia no solo justifica, sino que también produce una vida victoriosa y santa.