La Importancia de Dividir Correctamente la Palabra de Verdad
Dividir correctamente la Palabra es interpretar la Biblia a la luz de la cruz de Jesús, distinguiendo el Antiguo Pacto (Ley) del Nuevo Pacto (Gracia). Solo así se evitan malentendidos, aplicando a los creyentes de hoy lo que Jesús logró y enseñó después de Su obra terminada en la cruz.
MINISTERIAL
Pastor Juan Carlos Pérez Corrales
9/20/20254 min read
La Importancia de Dividir Correctamente la Palabra de Verdad
El concepto de "dividir correctamente la Palabra" es fundamental para una comprensión profunda y precisa de las Sagradas Escrituras. No es simplemente un ejercicio académico, sino un imperativo espiritual que garantiza que el creyente se edifique sobre el fundamento inmutable de la gracia de Dios. Es crucial para cada creyente, al adentrarse en la Biblia, ejercer la diligencia de separar nítidamente lo que concierne al antiguo pacto de la Ley y lo que pertenece al glorioso nuevo pacto de la gracia.
La falta de esta distinción lleva a serias confusiones y a una visión distorsionada del Evangelio. Cuando se citan y aplican pasajes del Antiguo Testamento o incluso ciertas palabras de Jesús sin la indispensable lente de la obra terminada de Cristo en la cruz, se corre el riesgo de anular su significado. Al hacerlo, se llega a la trágica conclusión de que la cruz de Jesucristo, el evento más trascendental de la historia, no marcó ninguna diferencia radical en la relación del hombre con Dios. Esto, inevitablemente, siembra malentendidos y erróneas interpretaciones de la verdad divina.
La Cruz: El Divisor de los Pactos
La obra redentora que Jesús consumó en la cruz no solo inauguró el nuevo pacto, sino que, al hacerlo, declaró obsoleto y en vías de desaparecer al primer pacto, el pacto de la ley (Hebreos 8:13). Este cambio no es trivial; es la esencia de nuestra fe. El Señor Jesús no vino para abolir la ley, sino para cumplirla perfectamente, cumpliendo así los justos requisitos de la ley en nuestro lugar (Mateo 5:17). Por lo tanto, como afirma el apóstol Pablo: "Cristo es el fin de la ley para justicia a todo aquel que cree" (Romanos 10:4).
En virtud de este nuevo pacto, ya no nos encontramos bajo el yugo de la ley, que trae consigo condenación, sino bajo el glorioso reinado de la gracia (Romanos 6:14). El pastor Juan Carlos con frecuencia subraya esta verdad: la gracia nos ha liberado de la necesidad de establecer nuestra propia justicia mediante el esfuerzo humano, y nos ha provisto de la justicia perfecta de Dios por medio de la fe (Romanos 3:21-22).
Por consiguiente, nuestro deber ineludible es aprender a dividir correctamente los pactos. Esto implica estudiar y leer cada parte de las Escrituras, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, siempre a la luz cegadora de la cruz de Cristo. Este principio de diligencia fue el sabio consejo del apóstol Pablo a su discípulo Timoteo, y sigue siendo la regla de oro para todo ministro y creyente: "Sé diligente en presentarte aprobado a Dios, un obrero que no tiene de qué avergonzarse, que divide correctamente la palabra de verdad" (2 Timoteo 2:15).
La Obra de Cristo: La Clave de Interpretación
La obra terminada de Jesús en la cruz debe ser el prisma a través del cual interpretamos tanto el Antiguo Testamento como las mismas palabras que Jesús pronunció durante su ministerio terrenal en los cuatro Evangelios (Mateo, Marcos, Lucas y Juan). La obra de Cristo es la clave maestra que abre todas las gemas preciosas y verdades ocultas en la Palabra de Dios.
Esto nos exige leer y entender cada pasaje en el contexto de lo que el Mesías vino a lograr y lo que efectivamente consumó por nosotros. Es vital discernir que algunas declaraciones de Jesús en los Evangelios fueron hechas antes de la cruz, antes de que muriera por nuestros pecados y nos reconciliara con Dios. Otras, crucialmente, fueron dichas después de la cruz y la resurrección, cuando ya había obtenido nuestro perdón completo y nos había imputado Su justicia legítima. Son estas últimas, y toda la revelación apostólica subsiguiente, las que se aplican plenamente a nosotros, los creyentes bajo el nuevo pacto de la gracia. La Escritura nos recuerda que "si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). El creyente, en Cristo, vive la realidad de esta nueva creación.
Discernir el Público y el Propósito
Al aplicar la regla de "dividir correctamente la Palabra", también es indispensable considerar a quién se dirigía Jesús en un momento dado y cuál era Su propósito.
Con los Fariseos y Legalistas: Aquellos que se envanecían y jactaban de su supuesta perfecta observancia de la ley. Con ellos, Jesús habló con la Ley en su norma más estricta y prístina, demostrando que era humanamente imposible guardarla a la perfección (como en el Sermón del Monte). El objetivo de esta enseñanza era que el hombre llegara al fin de su autosuficiencia y se viera en la desesperada necesidad de un Salvador que lo liberara de la maldición de la ley (Gálatas 3:24-25). La ley actuó como un "tutor" para guiarnos a Cristo.
Con los Pecadores, Prostitutas y Recaudadores de Impuestos: Aquellos que eran conscientes de su fracaso y necesidad. Con ellos, Jesús nunca fue duro ni condenatorio. Por el contrario, mostró profunda compasión y les ofreció el perdón incondicional y la esperanza. Les recordó: "Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10).
Una vez que este principio vital —que Jesús y Su obra terminada son la clave para aplicar y comprender la Palabra de Dios— se arraiga en el corazón, la preocupación por pasajes bíblicos que parecen oscuros o contradictorios se disipa. Esto se debe a que el Señor, en el nuevo pacto, ha provisto innumerables porciones de las Escrituras que de manera clara y explícita proclaman Su inmerecido favor, Sus abundantes bendiciones y Su amor incondicional sobre la vida del creyente. Como dice Romanos 8:32: "El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?"


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