La Fe No es Una Lucha, Es Una Manifestación de la Gracia

Descubre que la fe es descanso, no esfuerzo. Deja de luchar por "tener más" y comienza a recibir por la gracia de Jesús. Tu derecho a milagros se basa en Su sacrificio.

a pair of red boxing gloves
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La Fe No es Una Lucha, Es Una Manifestación de la Gracia

Es una verdad fundamental que transforma vidas: la fe genuina no nace de tu esfuerzo ni de tu autoevaluación, sino de tu descanso en la obra perfecta de Jesucristo.

¿Te has sentido alguna vez agotado en la búsqueda de un milagro financiero, una sanación o una restauración en tu vida? Es una trampa común pensar que la solución reside en "tener más fe", como si la fe fuera una cualidad que debiéramos producir a fuerza de voluntad. Esta mentalidad nos lleva a un ciclo de autoesfuerzo y frustración, donde constantemente nos medimos y nos encontramos deficientes. Sin embargo, la Escritura, particularmente a través de la perspectiva de la gracia que enseña Joseph Prince, nos revela una verdad liberadora: la fe no es lo opuesto a la duda, sino a la autosuficiencia. Como lo expresa Gálatas 3:2, recibir el Espíritu y ver milagros no es por las obras de la ley, sino por el oír con fe. El esfuerzo humano y la fe basada en la gracia son mutuamente excluyentes.

En el pasado, incluso dentro de muchos ministerios, existía una tendencia a centrarse en las faltas y las deficiencias de las personas. El mensaje solía ser: "Dios y Su Palabra son perfectos, por lo tanto, la falta de resultados debe recaer en ti, en tu falta de fe o tu pecado". Esta perspectiva tiene un efecto devastador: descalifica y condena a las personas, robándoles la confianza para acercarse a Dios. Joseph Prince relata cómo Dios le habló, desafiándole a dejar de descalificar a Su pueblo. El mensaje transformador es que, gracias a la sangre de Jesús, ya hemos sido calificados. La calificación no proviene de nuestra impecabilidad, sino de Su sacrificio.

Al comprender esto, se produce un cambio de enfoque vital. Mientras la Ley nos ordena "haz" para ser bendecido, la Gracia nos anuncia "está hecho" y nos invita a "creer" para recibir. Cuando la gente se concentra en sus propios méritos, su capacidad para creer se agota. La fe solo florece auténticamente cuando apartamos la mirada de lo que está mal en nosotros (nuestros esfuerzos fallidos, nuestras dudas, nuestras debilidades) y comenzamos a fijar nuestra atención en lo que Jesús hizo por nosotros en la cruz. Este es el corazón del evangelio de la gracia. El mensaje se transforma de: "No hay nada malo con Dios, no hay nada malo con Su Palabra, pero tú tienes que hacer más..." a la declaración completa de gracia: "No hay nada malo con Dios, no hay nada malo con Su Palabra, y gracias a la sangre de Jesús, ¡no hay nada malo contigo! ¡Tienes el derecho de recibir tu milagro!"

La fe es el subproducto de la gracia. Cuando una persona capta la verdad de que ha sido declarada justa (justificada) por la sangre de Jesús y no por su desempeño, una confianza sobrenatural brota. Se dan cuenta de que poseen el derecho divino no solo a la salvación, sino a la sanación, a la provisión, y a la restauración, no como una recompensa por su esfuerzo, sino como una herencia por la obra de Jesús. Al dejar de señalar los defectos del creyente y, en cambio, señalar la suficiencia de las obras de Jesús, la fe comenzó a operar con poder. Joseph Prince ha sido testigo de una explosión de milagros de sanación y transformación de vidas, no por un incremento en la "lucha" de la gente, sino por su descanso en el Hijo de Dios.

No necesitas esforzarte para "obtener" más fe. La fe no se produce, sino que se recibe. Simplemente, mira a Jesús, el autor y perfeccionador de nuestra fe (Hebreos 12:2). La fe viene por el oír, y el oír, por la Palabra de Cristo (Romanos 10:17). Mientras más te expongas a la Palabra que exalta a Jesús y Su amor incondicional, más crecerá la fe en tu corazón. Él es la fuente, y al mirarle, la fe necesaria para enfrentar cualquier desafío fluirá en tu vida sin esfuerzo.

Prioriza escuchar enseñanzas que se centren en la Persona de Jesús y en Su obra terminada en la cruz. Hay un poder inmenso en el evangelio, la buena noticia de lo que Él ha hecho. No te concentres en tu desempeño para merecer, sino en Su desempeño para recibir. Acércate hoy a Su presencia, no por tus obras, sino por Su gracia inmerecida, y recibe tu milagro hoy.