¿Cómo Puede Dios Perdonarme de Todos Mis Pecados?

El perdón de pecados por Jesús es total y completo: cubre todos los pecados (pasados, presentes y futuros), según Efesios 1:7, Colosenses 2:13-14 y Hebreos 10:14.

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¿Cómo Puede Dios Perdonarme de Todos Mis Pecados?

La pregunta fundamental que a menudo resuena en el corazón del creyente es: ¿Cómo es posible el perdón de mis pecados futuros? Es una inquietud válida que se disipa al confrontarla con la gloriosa verdad del Evangelio. La realidad teológica ineludible es que, desde la perspectiva de la eternidad y del sacrificio de Jesús en la cruz hace dos milenios, todos nuestros pecados —tanto los que ya habíamos cometido como los que cometeríamos— eran, para ese momento, pecados futuros.

Algunos argumentan que la Escritura no declara explícitamente que todos nuestros pecados futuros están perdonados. Su enseñanza se centra en que, al recibir a Jesús, solo se concede el perdón de los pecados pasados, dejando los futuros supeditados a la confesión y al arrepentimiento continuo. Sin embargo, es crucial notar que, así como no hay un versículo que diga "todos nuestros pecados futuros son perdonados", tampoco hay un versículo que diga que "solo nuestros pecados pasados son perdonados".

La prueba del perdón continuo reside en la gramática misma de las Escrituras. El apóstol Pablo nos asegura: "En él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados, según las riquezas de su gracia" (Efesios 1:7). El verbo griego para "tener" se presenta en un tiempo presente y durativo, indicando una posesión continua. No es un perdón que se otorga y se quita, sino una condición permanente y abundante de nuestra posición en Cristo. Del mismo modo, en 1 Juan 2:12 leemos: "Os escribo, hijitos, porque vuestros pecados os son perdonados por causa de su nombre". El tiempo perfecto griego de "son perdonados" subraya que el perdón fue una acción definitiva y completada en el pasado (la cruz), cuyos efectos persisten y continúan sirviendo al creyente en el presente y, por ende, en su futuro.

Esta verdad se fundamenta en la naturaleza del Nuevo Pacto que Dios ha establecido con nosotros. No es un pacto temporal ni parcial; es eterno y completo. Dios mismo declara a través del profeta: "Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados" (Isaías 43:25 RVR60). La declaración divina de "no me acordaré" implica que los pecados, al ser borrados, ya no existen en Su memoria judicial. Esta promesa se reitera al describir la esencia del Nuevo Pacto en Hebreos 8:12: "Porque seré propicio a sus injusticias, y nunca más me acordaré de sus pecados y de sus iniquidades". ¿Cómo podría Dios prometer "no acordarse" de un pecado si este aún tiene que ser cometido? Simplemente, porque en el momento de la propiciación, todos los pecados fueron puestos bajo la sangre de Cristo.

Hay una Escritura que lo afirma con una claridad incuestionable:

Estabas muerto a causa de tus pecados y porque tu naturaleza pecaminosa aún no había sido cortada. Entonces Dios te dio vida con Cristo, porque perdonó todos nuestros pecados. Canceló el registro de los cargos contra nosotros y lo quitó clavándolo en la cruz. —Colosenses 2:13-14 NTV

El énfasis en la palabra "todos" es vital. En el griego original, pas abarca "toda clase o variedad... la totalidad de las personas o cosas a las que se hace referencia". Es inclusivo: el perdón de Dios cubre la totalidad de los pecados, pasados, presentes y futuros.

La razón de esta completitud es que el sacrificio de Cristo fue un acto de una vez por todas, un pago final e indivisible por la deuda total. La Escritura declara: "Porque en cuanto a que murió, al pecado murió una vez por todas; mas en cuanto a que vive, para Dios vive" (Romanos 6:10 RVR60). Si nuestros pecados futuros no estuvieran perdonados, la obra de la cruz sería un sacrificio incompleto y un pago a plazos.

La diferencia con el Antiguo Pacto es abismal, pues uno requería repetición constante y el otro es una ofrenda final:

Y todo sacerdote está de pie, ministrando cada día, y ofreciendo repetidamente los mismos sacrificios, los cuales nunca pueden quitar los pecados. Pero este, después de haber ofrecido un solo sacrificio por los pecados para siempre, se sentó a la diestra de Dios, esperando desde entonces hasta que sus enemigos fueran puestos por estrado de sus pies. Porque con una sola ofrenda ha perfeccionado para siempre a los que son santificados. —Hebreos 10:11-14

La pregunta final es simple y poderosa: como creyente, si has sido perfeccionado para siempre por Su única ofrenda, ¿cómo podría ser incompleto tu perdón? Si tus pecados futuros aún pudieran poner en peligro tu posición ante Dios, el "para siempre" de la Escritura no tendría sentido. El asiento de Cristo a la diestra del Padre es la prueba irrefutable de que la obra está consumada y el perdón de todos tus pecados, pasados, presentes y futuros, es una realidad garantizada por la sangre del Cordero.