El poder transformador de la gracia
La Gracia en Jesús nos da Vida y Justicia como un regalo, a diferencia de la Ley que exige. En Cristo, Dios no se acuerda más de nuestros pecados. La justificación no viene por cumplir la Ley (nadie puede), sino por fe en Jesús (Gálatas 2:16).
Pastor Juan Carlos Pérez Corrales
El poder transformador de la gracia
Creemos firmemente que hoy vivimos bajo el nuevo pacto de la gracia.
La Escritura dice: “Porque la ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo” (Juan 1:17).
El antiguo pacto, basado en la ley, fue entregado por un siervo; pero la gracia y la verdad llegaron a través del Hijo.
La ley enfatiza lo que el hombre debe hacer; la gracia revela quién es Dios para el hombre
En el primer milagro de Moisés, el agua se convirtió en sangre, trayendo muerte; pero en el primer milagro de Jesús, el agua se transformó en vino, símbolo de vida y gozo.
La Biblia enseña que “la letra mata, pero el Espíritu da vida” (2 Corintios 3:6).
Bajo la ley, Dios demanda justicia del hombre, quien espiritualmente está en bancarrota; pero bajo la gracia, esa justicia es un regalo divino (2 Corintios 5:21; Romanos 5:17).
A través de la cruz del Calvario, creemos que todos los que ponen su fe en Jesús y lo reconocen como su Señor y Salvador entran en el nuevo pacto de gracia.
En el antiguo pacto, Dios declaró que no absolvería al culpable y que los pecados serían visitados hasta la tercera y cuarta generación (Éxodo 34:7).
Sin embargo, bajo la gracia, Él promete: “Seré misericordioso con su injusticia, y no me acordaré más de sus pecados ni de sus iniquidades” (Hebreos 8:12).
La ley está enfocada en el esfuerzo humano; la gracia, en la obra perfecta de Cristo
La ley exige logros para obtener justificación; la gracia proclama que ya hemos sido justificados por lo que Jesús hizo.
Bajo la ley, la desobediencia nos descalifica; bajo la gracia, somos aceptados por la obediencia de Cristo.
La ley declara que somos justos cuando actuamos correctamente; la gracia enseña que somos justos cuando creemos que Dios ya nos ha hecho justos (Romanos 4:3-8).
Reconocemos que los Diez Mandamientos son santos, justos y buenos, y los valoramos profundamente.
Su estándar es tan elevado y sus demandas tan puras que, como afirma Gálatas 3:11, “nadie es justificado por la ley delante de Dios”.
La justificación solo es posible mediante la fe en Cristo:
“Sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe en Jesucristo, también nosotros hemos creído en Cristo Jesús, para ser justificados por la fe en Cristo y no por las obras de la ley; porque por las obras de la ley nadie será justificado... Porque por medio de la ley morí a la ley, para vivir para Dios. He sido crucificado con Cristo; ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí; y la vida que ahora vivo en la carne, la vivo por la fe en el Hijo de Dios, que me amó y se entregó a sí mismo por mí. No desecho la gracia de Dios; porque si la justicia viniera por la ley, entonces Cristo murió en vano” (Gálatas 2:16, 19-21).
Creemos que quienes han sido transformados por la gracia del Señor manifestarán el deseo de vivir conforme a los principios morales y espirituales que reflejan el corazón de los Diez Mandamientos.
La verdadera gracia produce verdadera santidad.
Como enseña el apóstol Pablo: “El amor no hace daño al prójimo; por tanto, el cumplimiento de la ley es el amor” (Romanos 13:10).
El pueblo de Dios, bajo la gracia, no solo cumple la ley en su forma literal, sino que la supera al vivir según el ejemplo de Cristo.
Por ejemplo, la ley prohíbe el adulterio, pero la gracia va más allá: enseña al hombre a amar a su esposa como Cristo amó a la iglesia, edificando un matrimonio basado en el poder redentor de la cruz.
Ese es el poder transformador de la gracia: el poder de amar y vivir una vida moralmente gloriosa nace de experimentar primero el amor profundo de Dios (1 Juan 4:19).
Cuando alguien experimenta esa gracia abundante, no solo deja de codiciar lo que pertenece a otro, sino que también recibe la capacidad de ser generoso y compasivo con los demás.
Así le ocurrió a Zaqueo al encontrarse con Jesús: “Mira, Señor, doy la mitad de mis bienes a los pobres; y si en algo he defraudado a alguien, le devuelvo el cuádruple” (Lucas 19:8).


La misión de la Asociación MAAM Costa Rica es edificar a los creyentes, profundizando su caminar con Cristo, para que disfruten de la Gracia que Dios nos ha dado.
Dirección
Avenida 9 y Avenida 7, Calle 4, Alajuela centro, Alajuela, Costa Rica
