¿Cómo me salvo?

Salvación eterna: Don de Dios por fe en Jesucristo. Él es el único camino. Se recibe al creer en Su resurrección y confesarlo como Señor.

SALVACIÓN

10/16/20252 min read

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¿Cómo me salvo?

La salvación eterna es un don inmerecido de Dios, una manifestación de Su gracia abundante, que se recibe únicamente a través de la fe en Jesucristo, y solo en Él.

La Sagrada Escritura establece este principio con absoluta claridad. En Juan 14:6, Jesús mismo declara de forma inequívoca: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí." Esto subraya que Cristo es el único mediador, el único acceso a Dios y el único proveedor de la vida eterna.

Además, el apóstol Pablo detalla el sencillo, pero profundo, proceso de la salvación en Romanos 10:9-11: "que si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios le levantó de entre los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado." Este pasaje nos enseña que el camino a la vida eterna consiste en: creer sinceramente en nuestro corazón que Jesús murió sacrificialmente por nuestros pecados y resucitó victoriosamente de la tumba, y confesar públicamente con nuestra boca que Él es nuestro Señor y Salvador.

Este acto de fe nos traslada de la muerte espiritual a la vida, y de la condenación a la justificación. Como dice Efesios 2:8-9: "Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe." La salvación es enteramente obra de Dios, recibida por fe, no por mérito humano.

El pastor Juan Carlos afirma que esta decisión es la más importante que una persona puede tomar. Es el inicio de una nueva vida bajo la gracia y el favor de Dios.

Para recibir a Jesucristo en su vida, obtener el perdón de pecados y asegurar su salvación eterna, lo invitamos a hacer esta sincera oración de fe:

Oración de Salvación

"Padre Celestial, te doy gracias profundamente por Tu inmenso amor por mí. Reconozco que soy un pecador y necesito un Salvador. Gracias por enviar a Jesucristo a morir en la cruz, derramando Su preciosa sangre para pagar la deuda total de todos mis pecados. Creo que lo resucitaste de entre los muertos; Él está vivo hoy. Por Su sangre, soy lavado y limpio de toda maldad. En este momento, confieso con mi boca y creo en mi corazón que Jesús es mi Señor y Salvador. Te doy gracias porque todos mis pecados han sido perdonados. Declaro que soy justo ante Ti por la sangre de Jesús. Estoy bajo Tu completo favor y gracia. Y te agradezco, Padre, porque Tu bondad y Tu misericordia ciertamente me seguirán todos los días de mi vida a partir de este instante. En el poderoso nombre de Jesús. Amén."

Esta oración es un punto de partida. Si usted la ha hecho sinceramente, la Biblia enseña que ha nacido de nuevo y la salvación es suya. Como dice 2 Corintios 5:17: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas."