¿Castiga Dios a Sus Hijos con Enfermedades?
Jesús cargó con el castigo por nuestros pecados en la cruz. Bajo el pacto de Gracia, Dios no castiga a Sus hijos con enfermedades o accidentes. La "disciplina" en el Nuevo Pacto se refiere a la educación y corrección de un padre amoroso, no a un castigo destructivo.
SANIDAD
Pastor Juan Carlos Pérez Corrales
10/13/20254 min read
¿Castiga Dios a Sus Hijos con Enfermedades?
La respuesta es no, ni lo permite, ni lo envía.
Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo. 1 Juan 3:8
Como Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. Hechos 10:38
Una de las enseñanzas más perniciosas y descorazonadoras que circulan en algunos círculos cristianos es la idea de que Dios castiga a Sus propios hijos con enfermedades, dolencias, accidentes y tragedias como forma de disciplina o juicio. Sin embargo, el pastor Juan Carlos nos recuerda que esta creencia es un grave error teológico que se fundamenta erróneamente en el antiguo pacto de la Ley, y no en la gloriosa realidad del nuevo pacto de la Gracia en Cristo.
Bajo la Ley (Antiguo Pacto), la desobediencia acarreaba maldiciones y castigos. El libro de Levítico advierte a aquellos que no obedecían los mandamientos de Dios: "Y si aun con estas cosas no me obedecéis, sino que andáis hostilmente contra mí, yo andaré hostilmente contra vosotros; y os castigaré aún siete veces por vuestros pecados." (Levítico 26:27-28).
Pero ese pacto ha quedado obsoleto. ¡Hoy, los creyentes no estamos bajo el pacto de la Ley, sino bajo el pacto de la GRACIA! El fundamento de nuestra fe es que Jesús ya cargó con todo nuestro castigo y juicio por el pecado en la cruz. Él no solo tomó nuestros pecados, sino que también soportó la ira y la justa sentencia que merecíamos. El profeta Isaías, mirando proféticamente la obra de Cristo, lo declaró con una claridad asombrosa:
Ciertamente Él ha llevado nuestras aflicciones y ha llevado nuestros dolores; sin embargo, lo estimamos herido, herido por Dios y afligido. Pero él fue herido por nuestras rebeliones, molido por nuestras iniquidades; el castigo por nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos sanados. — Isaías 53:4–5
El "castigo por nuestra paz" cayó completamente sobre Jesús. Esto significa que ¡Jesús ya fue castigado por nosotros! El precio fue pagado de forma total y completa.
La Obra Consumada de Cristo
La Pasión de Cristo fue un evento de sufrimiento inimaginable. La descripción profética de Isaías sobre el Siervo sufriente es aterradora: "no hay apariencia en él, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos" (Isaías 53:2). Esto no era una mera paliza, sino una tortura brutal. El castigo romano, con el infame látigo llamado flagellum (o gato de nueve colas), que desgarraba la carne con fragmentos de metal y hueso, desfiguró a Jesús más allá del reconocimiento humano. La carne de Jesús fue desgarrada y fue azotado violentamente para que el castigo que tú y yo merecíamos cayera sobre Él.
Al mirar la cruz, el creyente debe comprender la profundidad de la obra de Jesús. El apóstol Pedro confirma esta realidad al citar a Isaías:
Quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados. — 1 Pedro 2:24
Por Sus llagas fuimos sanados, tanto espiritual como físicamente. Por lo tanto, tener la audacia de afirmar que Dios aún nos castigará con enfermedades o accidentes hoy es negar la suficiencia y la obra terminada de Jesucristo. ¡Es restarle valor al precio que Él pagó! Bajo el nuevo pacto, Dios nunca más castigará al creyente por sus pecados.
Entendiendo la Disciplina de Dios
Algunos objetan y citan un pasaje de la carta a los Hebreos para insistir en que Dios sí castiga a Sus hijos con calamidades:
“Hijo mío, no desprecies la disciplina del Señor, ni te desanimes cuando seas reprendido por Él; porque a quien ama el Señor, castiga y azota a todo hijo que recibe”. — Hebreos 12:5-6
El pastor Juan Carlos explica que la confusión surge por una traducción inadecuada de la palabra griega original. La palabra traducida como "castiga" proviene de paideuō, que en su raíz significa "educación infantil" o "entrenamiento de niños". La palabra griega paideuō está vinculada a pai (niño, como en "pediatra") y se refiere al proceso de crianza y formación, no de castigo con la intención de infligir dolor o juicio.
El contexto del pasaje refuerza esta interpretación:
Si soportáis la disciplina, Dios os trata como a hijos; porque ¿qué hijo hay a quien un padre no disciplina? — Hebreos 12:7
El énfasis no está en el castigo punitivo, sino en la formación amorosa que un padre terrenal le daría a su hijo para enseñarle y prepararle para el futuro.
Ahora, reflexionemos honestamente: ¿Acaso un padre amoroso le daría a su hijo una enfermedad terminal para enseñarle una lección de paciencia? ¡Imposible! La lección de nada serviría si el hijo muere. Necesitas estar vivo para que la lección sea útil.
El pastor Juan Carlos es enfático: ¡Las enfermedades y los accidentes no son lecciones de Dios! Nuestro Padre celestial nunca usaría algo destructivo para enseñarnos a Sus hijos. Cuando Dios nos entrena (paideuō), nos da lecciones que nos benefician y nos capacitan para el futuro.
En el nuevo pacto, la justa ira de Dios contra el pecado fue completamente satisfecha en Jesús. Por lo tanto, el creyente solo puede esperar amor, no juicio. Solo podemos esperar gracia, no castigo. El castigo a la manera del antiguo pacto ha desaparecido. Hay entrenamiento de niños (paideuō), pero la enseñanza de Dios nunca viene a través de enfermedades, dolencias o accidentes. ¡Él redimió nuestra vida de la destrucción!
El Señor es mi luz y mi salvación; ¿de quién temeré? El Señor es la fortaleza de mi vida; ¿de quién he de atemorizarme? — Salmos 27:1


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