Caminando con Fe y Sabiduría en la Búsqueda de Sanidad en el Señor
Confíe en la obra terminada de Jesús, quien ya pagó por su sanidad. Camine en fe, reclame su bienestar, y use también la sabiduría, consultando médicos, ya que Dios obra a través de diferentes medios.
SANIDAD
10/13/20254 min read
Caminando con Fe y Sabiduría en la Búsqueda de Sanidad en el Señor
El camino hacia la sanidad divina es una senda de profunda fe y confianza inquebrantable en el amor y el poder de nuestro Padre celestial. Al acercarnos al Señor en busca de sanación, debemos asentar nuestra convicción en una verdad fundamental: tan cierto como Jesús cargó con nuestros pecados, también llevó nuestras enfermedades (Isaías 53:5). Esta no es una esperanza incierta, sino una certeza anclada en la obra redentora del Calvario. Dios nos ama con un amor eterno e incondicional, una verdad tan palpable que envió a Su Hijo, Jesús, para darnos vida abundante (Juan 3:16, 10:10). Esta vida abundante es la promesa de integridad y plenitud en cada área: cuerpo, mente, emociones, relaciones, finanzas y, crucialmente, salud.
Así como un padre terrenal desea lo mejor para su hijo, nuestro Padre celestial, que es amor puro, anhela fervientemente que Sus hijos estén sanos, felices y completos. ¡Es Su voluntad declarada que prosperes en todas las cosas y tengas salud, así como prospera tu alma! (3 Juan 1:2). Esta voluntad divina no es teórica, sino que se manifestó perfectamente en la tierra a través de Jesús. La Escritura nos atestigua que cuando Jesús estuvo entre nosotros, Él sanó a todos los que se acercaban a Él con fe (Mateo 4:23-24). Y la buena nueva es que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por los siglos (Hebreos 13:8). Él sigue dispuesto y capaz de sanar y restaurar la integridad de tu cuerpo hoy. Ten la plena seguridad: El Señor nunca te negará la sanidad.
La Plenitud de la Redención en la Cruz
La disposición de Dios para sanar es inseparable del sacrificio de la cruz. El Señor no solo está dispuesto a que seas sanado y liberado de toda aflicción física (Salmo 103:3), sino que, a través de Su sacrificio en el Calvario, ya ha pagado el precio completo por tu sanidad. En la cruz, Él cargó no solo con nuestras iniquidades, sino también con todas nuestras dolencias y enfermedades (Mateo 8:16-17). Jesús fue quebrantado, aplastado y azotado, de modo que por Sus llagas fuimos sanados (Isaías 53:4–5). Él se hizo maldición por nosotros para que la maldición de la enfermedad y la debilidad no pueda prevalecer en nuestros cuerpos (Gálatas 3:13-14). A cambio, al poner nuestra fe en Él, recibimos Su abundante vida de resurrección y las bendiciones del pacto de Abraham. El apóstol Pedro reitera esta gloriosa verdad: "quien llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados" (1 Pedro 2:24).
Por lo tanto, no importa cuán persistentes sean los síntomas o cuán desalentador el diagnóstico, te alentamos a que vengas con valentía al trono de la gracia (Hebreos 4:16) y reclames la sanidad que ya ha sido provista para ti. Aunque el milagro que deseas no se manifieste de forma inmediata, descansa en la perfección de la obra terminada de Jesús y espera con paciente confianza ver tu avance cumplido. Él se ha revelado a lo largo de los siglos, y Su nombre sigue siendo "Jehová tu Sanador" (Éxodo 15:26).
Fe y Sabiduría: Un Acto de Equilibrio
Mientras sostenemos la convicción de que es el deseo de nuestro Padre celestial, que caminemos en salud y plenitud, y que nuestro Señor Jesús ha pagado el precio de nuestra sanidad (Isaías 53:5), también afirmamos que Él opera a través de diversos canales para efectuar la sanidad. La sabiduría divina nos enseña que estos canales incluyen a los médicos, el tratamiento médico y la cirugía (Proverbios 3:5-6). La fe en el Señor no es sinónimo de imprudencia o negligencia; no significa ignorar el consejo médico profesional o desechar los tratamientos. De hecho, honramos a los médicos y cirujanos como instrumentos que Dios puede usar, pues ellos también luchan contra las enfermedades y las dolencias que intentan robar la vida que Jesús nos dio.
Incluso mientras seguimos diligentemente las indicaciones médicas, nuestra máxima confianza y esperanza debe permanecer anclada en el Señor como la fuente de toda sanidad. Si debemos someternos a una cirugía, oramos para que el Señor unge las manos de los cirujanos con precisión y sabiduría (Santiago 5:14-15). Si atravesamos un tratamiento complejo, oramos por una protección sobrenatural contra los efectos secundarios que puedan afectar a otros, y para que la sanidad y la recuperación sean rápidas y completas. Incluso en los momentos en que nuestras circunstancias parecen terribles, no tenemos por qué desesperarnos como aquellos que no conocen al Señor; podemos mantenernos firmes en las preciosas y grandísimas promesas que se encuentran en la inmutable Palabra de Dios (2 Pedro 1:4).
Mientras esperas en el Señor, te animamos a que te concentres y medites profundamente en el amor inmensurable de Jesús por ti y la obra perfecta que Él completó. El pastor Juan Carlos ha enseñado consistentemente que la clave es enfocarse en el Dador, no en el desafío. Para ayudarte en esta meditación, es útil visitar recursos que ofrezcan una selección especial de versículos bíblicos relacionados específicamente con la sanidad, para que tu mente esté continuamente saturada de las promesas de Dios (Romanos 10:17).
Si te enfrentas a un desafío de salud, estamos contigo en fe, creyendo por tu avance y declarando la sanidad del Señor sobre tu vida. Pero incluso mientras te mantienes firme en la fe por tu sanidad completa, recuerda siempre practicar tanto la fe como la sabiduría. Consulta a un médico calificado o proveedor de atención médica sobre tu estado de salud. No ignores por tu propia voluntad ningún consejo médico profesional, ni dejes de tomar tu medicación sin supervisión. Si bien reconocemos que diferentes personas experimentarán diferentes resultados, nosotros continuamos en fe contigo, afirmando la Palabra de Dios y las promesas de sanidad para tu situación. ¡Estamos orando por ti y esperamos de todo corazón escuchar tu poderoso testimonio!


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