Ananías y Safira
Ananías y Safira: Una historia de la protección de Dios, no de Su ira contra Su pueblo. La clave bíblica indica que no eran creyentes, sino estafadores. Su destino demostró la protección de Dios para Su Iglesia primitiva contra aquellos que buscan dañarla financieramente, reafirmando que bajo el Nuevo Pacto, Dios no está enojado con Sus creyentes.
PROTECCIÓN
Pastor Juan Carlos Pérez Corrales
9/20/20253 min read
Ananías y Safira
El relato de Ananías y Safira, tal como se encuentra en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 5:1-11), es uno de los pasajes más impactantes y debatidos de la Biblia. Esta pareja, que supuestamente vendió una propiedad para donar el dinero a la iglesia primitiva, retuvo secretamente una parte del precio y presentó una mentira a los apóstoles, con un desenlace fatal e instantáneo.
Muchos han interpretado esta historia como una demostración de la severa ira de Dios contra los creyentes por el pecado. Sin embargo, una comprensión más profunda de la naturaleza del Nuevo Pacto y del lenguaje del Espíritu Santo en el libro de los Hechos sugiere una perspectiva diferente: la historia es un poderoso ejemplo de la protección de Dios para su iglesia.
Distinción Clara: Creyentes vs. Falsos Creyentes
El pastor Juan Carlos ha señalado una clave exegética importante que ayuda a desenmarañar este pasaje. Al examinar el libro de los Hechos, se observa un patrón en cómo el Espíritu Santo se refiere a los miembros de la iglesia:
Cada vez que la Biblia menciona a un creyente genuino en el libro de Hechos, se le llama "cierto discípulo". Por ejemplo, cuando se habla de la persona que restauraría la vista de Saulo de Tarso, la Escritura dice: "Había por entonces en Damasco un discípulo llamado Ananías" (Hechos 9:10).
En contraste, cuando se refiere a individuos que no son genuinamente parte del cuerpo de Cristo, se usa el término más general de "cierto hombre" o "cierta mujer".
Esta distinción es crucial. En Hechos 5:1, el Espíritu Santo presenta el caso diciendo: "Pero cierto hombre llamado Ananías, con Safira su mujer, vendió una heredad". La omisión deliberada del título "discípulo" para Ananías y Safira es una fuerte indicación de que no eran creyentes verdaderos en el sentido de haber nacido de nuevo, sino más bien impostores o estafadores que se habían infiltrado en la naciente comunidad de fe para tratar de engañar a la iglesia.
"Guardamos, pues, con diligencia la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien de estar atentos como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día amanezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones." (2 Pedro 1:19)
El Señor, como un buen pastor, está siempre vigilando a su rebaño. Su acción en este pasaje no fue una descarga de ira caprichosa, sino una manifestación radical de protección divina de la iglesia primitiva contra los "lobos" que intentaban desestabilizarla y saquearla. Al exponer y eliminar el mal en sus inicios, Dios preservó la integridad y la pureza de la comunidad de creyentes que acababa de nacer. Por lo tanto, la historia de Ananías y Safira no debe generar miedo hacia un Dios castigador, sino confianza en un Dios que cuida y protege a Sus ovejas del mal y de aquellos que buscan infligir daño. Es una historia de la protección de Dios, no de la ira de Dios contra su pueblo (ver Éxodo 20:5). Si se cree que Dios castigará o matará al creyente como a Ananías y Safira, es porque el adversario ha infundido ese temor.
El apóstol Juan lo enfatiza: "Sabemos que todo aquel que ha nacido de Dios, no practica el pecado, pues Aquel que fue engendrado por Dios le guarda, y el maligno no le toca." (1 Juan 5:18)
El Nuevo Pacto y la Gracia de Dios
Durante mucho tiempo, la imagen de Dios ha sido distorsionada por interpretaciones legalistas o por las mentiras del diablo, pintando a un Ser lleno de ira. Esta descripción, sin embargo, es incompatible con la plenitud de la revelación de Dios en Jesucristo y el Nuevo Pacto.
Ahora vivimos bajo la Gracia, un pacto que se fundamenta en la obra perfecta de Cristo. Bajo este pacto, la ira de Dios por los pecados de los creyentes fue completamente satisfecha y agotada en la cruz. Jesús se convirtió en la propiciación, es decir, el medio para aplacar la ira de Dios, de una vez y para siempre.
"Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos." (Romanos 8:29)
No existe una sola Escritura del Nuevo Testamento que afirme que Dios está enojado con los creyentes a causa de sus faltas o pecados. Si se busca la ira de Dios por los pecados de Su pueblo, inevitablemente se tiene que recurrir al Antiguo Pacto. El Nuevo Pacto, por el contrario, declara:
"Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu." (Romanos 8:1)
Dios ya no nos ve a través de la lente de nuestros errores, sino a través de la justicia perfecta de Su Hijo. Su juicio se reservó para los impostores que buscaban destruir Su obra, no para Sus hijos.


La misión de la Asociación MAAM Costa Rica es edificar a los creyentes, profundizando su caminar con Cristo, para que disfruten de la Gracia que Dios nos ha dado.
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