13 de octubre
Presentando al Dios Real
Presentando al Dios Real
Cuando bajó del monte, grandes multitudes lo siguieron. Y he aquí, un leproso se acercó y lo adoró, diciendo: "Señor, si quieres, puedes limpiarme". Entonces Jesús extendió la mano y lo tocó, diciendo: "Quiero; sé limpiado". Inmediatamente su lepra fue limpiada. Mateo 8:1–3
Este evento, que tuvo lugar inmediatamente después del Sermón del Monte, revela a un Salvador accesible y dispuesto. La multitud lo seguía, pero es un hombre, un leproso —alguien legal y socialmente marginado y considerado "intocable"— quien se acerca con fe sencilla y una oración humilde. El leproso no dudó del poder de Jesús, sino de Su voluntad: "Señor, si quieres, puedes limpiarme".
La respuesta de Jesús es el corazón del evangelio. Él no solo afirmó Su poder, sino que declaró Su voluntad con una palabra: "Quiero; sé limpiado". Más aún, extendió Su mano y lo tocó. Según la Ley, tocar a un leproso hacía a la persona ritualmente impura (Levítico 13:45–46). Sin embargo, Jesús no se contaminó; en cambio, Su santidad y poder fluyeron, limpiando al hombre al instante. Su toque fue una manifestación tangible de que Su amor triunfa sobre cualquier impureza o barrera. Él quiere sanar, restaurar y tocar nuestras vidas.
Desechando las Creencias Erróneas
Hay una inmensa confusión y tantas creencias erróneas hoy en día sobre quién es Jesús. Les pido que hagan un ejercicio de fe: desechen todas las ideas preconcebidas, conceptos e imágenes que puedan tener de un Jesús "religioso", rígido o distante. Permítanme presentarles, o más bien, reafirmarles quién es el verdadero Jesús, porque aquí es donde comienza el entendimiento de la gracia.
No estoy refiriéndome al Jesús religioso del que quizás hayas oído hablar en sermones legalistas o mientras crecías, sino del verdadero Hijo de Dios que caminó por las polvorientas calles de Jerusalén y sobre las embravecidas aguas del Mar de Galilea, demostrando señorío sobre la creación y sobre las circunstancias humanas. Él es Aquel de quien el apóstol Juan escribió: "Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad" (Juan 1:14).
Él era, y sigue siendo, aquel a quien los enfermos, los pobres, los pecadores, los deprimidos y los marginados instintivamente gravitaban y se sentían a gusto. Él era Dios en la carne y manifestó el amor tangible de Dios de una manera que la humanidad nunca antes había visto.
En Su presencia, aquellos que eran imperfectos o que la sociedad había etiquetado, no sentían miedo de Él, ni sentían juicio o condenación de Su parte. Al contrario de los fariseos y escribas, Jesús acogía a los necesitados. A aquellos que lo buscaban para sanidad, restauración y provisión, sin importar su pasado o antecedentes, Él siempre les extendía un corazón y una mano amorosos y compasivos y les suplía en exceso sus necesidades. La Escritura lo confirma: "El que a mí viene, no le echo fuera" (Juan 6:37). Su acogida es incondicional y Su gracia es suficiente.
La Naturaleza del Servicio de Jesús
Al contrario de lo que mucha gente piensa, no es necesario ser "religioso" —en el sentido de cumplir reglas humanas, méritos o rituales vacíos— para tener acceso a Dios y Su ayuda. De hecho, como afirma el pastor Juan Carlos, cuanto menos dependamos de nuestra "religiosidad" y más de Su gracia, mejor. El verdadero Jesús no vino a traer una nueva religión o un sistema de normas adicionales. No vino a ser atendido y servido. No, como Él mismo declaró, vino a servir, y lo hizo con una entrega total. "Porque ni siquiera el Hijo del Hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar Su vida en rescate por muchos" (Marcos 10:45).
El verdadero Jesús, siendo el Verbo eterno, creó el universo con un comando y orquestó los caminos de cada planeta para que ninguno colisionara, manteniendo todo unido por Su palabra (Colosenses 1:16–17). Tenía todo el derecho de exigir servicio de aquellos que creó, pero en una muestra sublime de humildad y amor, proporcionó servicio.
Se inclinó, no como un rey recibiendo honores, sino como un esclavo, y con Sus propias manos lavó la suciedad y la mugre de los pies de Sus discípulos. Esas mismas manos, que habían calmado tormentas y levantado a los muertos, serían traspasadas más tarde con clavos gruesos en la cruz. Con Su propia sangre, Él nos lavaría de la suciedad y la mugre de todos nuestros pecados, al tomarlos sobre Su propio cuerpo. ¡Qué lejos del Dios condenador, crítico y criticón que muchos lo han retratado! Él se hizo pecado por nosotros para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él (2 Corintios 5:21).
Este es el verdadero Jesús, totalmente diferente a lo que a muchos de nosotros se nos ha enseñado acerca de Dios. Él no solo tiene el poder, sino que también está dispuesto y es capaz de satisfacer tu necesidad hoy y amarte en plenitud.


La misión de la Asociación MAAM Costa Rica es edificar a los creyentes, profundizando su caminar con Cristo, para que disfruten de la Gracia que Dios nos ha dado.
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